Ella lo miraba. De a poco se iba acercando. Su corazón latía cada vez más fuerte. El chirrido del pájaro se alejaba y se volvía lánguido hasta desaparecer. El baile de las hojas que hace rato habían captado su atención ya no le importaba. A pesar de los nervios que sentía en esa tarde de marrones otoñales, la inspiración que esos ojos le provocaban penetraba sus poros, primero lo abrazaba y luego, insolente, esa inspiración lo iba consumiendo.
Permaneció inmóvil frente al animal. Por primera vez en su vida comprendía que no existían las casualidades. El universo entero estaba encausado a seguir avanzando. Ella era parte de ese universo natural por momentos caótico y por otros lineal, había sido parte desde un principio y seguiría siendo parte para siempre. Se sintió plena: con una liviandad divina. Ella era parte del todo y el todo era parte de ella. Es que en esos ojos grises había percibido un alma.
De pronto ocurrió lo inesperado: el gato se acercó con movimientos magistrales, su cuerpito fibroso se desplazaba con fineza y, despacio pero seguro, acortaba los pocos metros que los separaban. Se sentó frente a ella que estaba en cunclillas. Le clavó muy hondo su mirada de paz y la lamió.
No hacían falta reinterpretaciones de este hecho: ella supo instantáneamente que el gato de esta manera le confirmaba que estaba en lo cierto.
Proserpina.
Permaneció inmóvil frente al animal. Por primera vez en su vida comprendía que no existían las casualidades. El universo entero estaba encausado a seguir avanzando. Ella era parte de ese universo natural por momentos caótico y por otros lineal, había sido parte desde un principio y seguiría siendo parte para siempre. Se sintió plena: con una liviandad divina. Ella era parte del todo y el todo era parte de ella. Es que en esos ojos grises había percibido un alma.
De pronto ocurrió lo inesperado: el gato se acercó con movimientos magistrales, su cuerpito fibroso se desplazaba con fineza y, despacio pero seguro, acortaba los pocos metros que los separaban. Se sentó frente a ella que estaba en cunclillas. Le clavó muy hondo su mirada de paz y la lamió.
No hacían falta reinterpretaciones de este hecho: ella supo instantáneamente que el gato de esta manera le confirmaba que estaba en lo cierto.
Proserpina.
2 comentarios:
Un poco vacío, muchos adjetivos no hacen de una narración algo bueno sí o sí.
Resulta un poco falto de contenido y consistencia, hay recursos mas precisos que sirven y enriquecen a un texto, así también cómo la manera en la cúal se cuenta o se quiere contar algo.
idem...vacío.
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