jueves, 30 de septiembre de 2010

Clara y Carolina

A la larga o a la corta esto me iba a pasar. Siempre tuve el control de la situación, pero ahora fallé. Creo que lo mejor es dejar que me explote en la cara, si me voy a tomar la libertad de que así sea. Mi estudio, mi trabajo, mi casa, mis amigos, todo estaba perfectamente ordenado y diagramado, sobre todo mi relación con Clara. Después de un año de la separación que sufrimos, o mejor dicho que ella sufrió decidimos volver a intentarlo. Opté por un ritmo lento, yo no quería un compromiso consolidado, mientras ella trabajaba con pico y pala para lograrlo. Fotos, muñecos, golosinas, cartas, ropa olvidada, pulseras, anillos, esas eran las cosas que ella se encargaba de olvidarse en mi casa para que yo automáticamente me acuerde de ella. Esos detalles, por mas infantiles e inocentes que parecieran eran eficientes y podría decir que funcionaban como soporte que le daba estabilidad a nuestra temblorosa pseudo relación.

En ese periodo de idas y vueltas con Clara, algo me cambio el panorama de todo. Conocí a Carolina. Ella es menor que Clara, su belleza también es inferior y se caracteriza por su modo desprolijo o reo. A pesar de todo eso, hay algo en ella que me hacía sentir mil veces más vivo. Durante las salidas esporádicas con Carolina, sin saber con claridad el por qué, le seguía rindiendo fidelidad a Clara. Todo lo que provenía de Carolina me parecía mil veces mejor, el sonido que hacía al arrastrar sus pies cuando caminaba, sus ojos verdes, su pelo siempre despeinado, su desprolija pero a la vez elegante persona. Verla clandestinamente se transformo en algo rutinario. Sus visitas se hicieron cada vez más frecuentes, como mis mentiras a Clara.

-Estás raro, ¿Te pasa algo? o ¿Estás bien? Eran algunas de las preguntas que Clara me hacia cuando me veía distraído. A decir verdad no se trataba de distracción. Se puede decir que era una mezcla de desamor y amor a la vez.

En este momento, Clara está de viaje en Europa por dos meses. Carolina duerme cuatro de cada siete días de la semana en casa. Clara me manda fotos de Paris, Ámsterdam o Londres, dice que me extraña y me pregunta. Mientras Carolina dormía, yo corría la pantalla de la computadora y le contestaba con toda naturalidad las líneas obligadas que Clara esperaba recibir. Con sinceridad, prefería ver cien veces más a la mujer que dormía desnuda en mi cama que fotos de la Torre Eiffel, el Coliseo o los canales de Venecia. Después de la ficción por correspondencia generalmente volvía a los brazos de mi joven Carolina.

En los dos meses que Clara no estuvo, pude estar relativamente tranquilo, hasta ayer.
-Hola Juan soy Diana, ¿La extrañas a mi nena? Bueno hacemos así ¿Te parece? Te busco el miércoles a las 4 de la mañana para ir a Ezeiza, se va a poner chocha.

El llamado a las 12 del mediodía de la madre de Clara hizo que todos mis temores con respecto a mi decisión salieran a flote. Más aún al tenerla a Carolina durmiendo al lado mío. -Pobre, buscala que se va a poner mal sino. Me decía Carolina simulando tranquilidad. Ella estaba segura de que me quedaría con ella por eso trataba de simular ser lo más objetiva posible. Yo por mi parte, no tengo idea de que va a pasar. Como dije antes, voy a tomarme la libertad de que me explote en la cara.

Victoria

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