I'd dare to make more mistakes next time.
I'd relax, I would limber up.
I would be sillier than I have been this trip.
I would take fewer things seriously.
I would take more chances.
I would climb more mountains and swim more rivers.
I would eat more ice cream and less beans.
I would perhaps have more actual troubles,
but I'd have fewer imaginary ones.
You see, I'm one of those people who live
sensibly and sanely hour after hour,
day after day.
Oh, I've had my moments,
And if I had it to do over again,
I'd have more of them.
In fact, I'd try to have nothing else.
Just moments, one after another,
instead of living so many years ahead of each day.
I've been one of those people who never goes anywhere
without a thermometer, a hot water bottle, a raincoat
and a parachute.
If I had to do it again, I would travel lighter than I have.
If I had my life to live over,
I would start barefoot earlier in the spring
and stay that way later in the fall.
I would go to more dances.
I would ride more merry-go-rounds.
I would pick more daisies.
jueves, 29 de abril de 2010
Nadine Star
miércoles, 21 de abril de 2010
domingo, 18 de abril de 2010
Jorge Luis Borges
En la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido, de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido, comería más helados y menos habas, tendría más problemas reales y menos imaginarios.
Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente cada minuto de su vida; claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría de tener solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos; no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin un termómetro, una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas; si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principios de la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres y jugaría con más niños, si tuviera otra vez la vida por delante.
Pero ya ven, tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.
jueves, 15 de abril de 2010
Genuina Traición
Hacía ya muchos años que no nos veíamos pero básicamente era como si nos hubiésemos visto ayer mismo. El venía con su sobretodo gris y su bufanda roja, muy campante como siempre, con ese aire despreocupado. Lo veía acercarse y pensaba en cómo lo saludaría, no supe si ya me había divisado. Tenía unos anteojos grandes y ridículos pero los llevaba bien, siempre le envidié la poca importancia que le daba al qué dirán, le tenían sin cuidado los crueles comentarios que es capaz de hacer la gente que conocíamos.
En cambio yo siempre estuve pendiente de todo, de estar a la altura y de no desentonar. Por esos años frecuentábamos las mismas reuniones y teníamos muchos amigos en común, todo eso se fue disipando de a poco hasta que pasó lo irremediable. No lo había vuelto a cruzar, de todas maneras no nos hubiésemos puesto de acuerdo con la herida aún abierta.
Cuando nuestros caminos estaban a punto de cruzarse, él sacó su cámara fotográfica y confusamente empezó a disparar hacía el cielo, yo continué con mi flojo andar, noté que también tenía auriculares y eso lo insertaba en una burbuja impenetrable. Lo que no supe a esa altura fue si esa actitud era genuina o si estaba armada.
Es extraño lo que sentí, por un lado no me atrevía a saludarlo pero teniendo en cuenta que nos encontrábamos después de tantos años no me pude resistir y le pegué la clásica palmada que siempre le daba en la espalda. El pequeño golpe que le propicié pareció más fuerte de lo que yo supuse, trastabilló y casi pierde el control de la moderna Nikon que portaba.
Se sorprendió y me estiró fríamente la mano, había dejado en otro lugar de la historia su clásico buen humor. Hablamos de banalidades y no pudo evitar preguntarme por Enriqueta. Le dije que ya no estaba con ella, que se había ido hace tiempo y no encontraba el motivo concreto de su imprevista huida. No le di demasiados detalles pero una leve sonrisa se dibujó en su rostro, no me molesté por aquello, era entendible que se alegrara de nuestra separación. Sin embargo yo sabía perfectamente porque se había alejado, esas extensas discusiones sin sentido no podían repetirse.
Una joven dama paseaba con su madre y nos preguntó una dirección alejada, Julio aprovechó mi explicación para marcharse discretamente. Él salió mejor parado de nuestro pacífico combate, esa era una ventaja difícil de empardar.
lunes, 12 de abril de 2010
jueves, 8 de abril de 2010
Y tu que miras?
Reencontrarse con la vía pública no era una experiencia menor para alguien que no había salido en varios días. Los automóviles y colectivos provocaban un sonido ensordecedor, o eso sentía Jackson. Nunca se percató de que era viernes santo y el flujo por la Av. San Juan era significativamente menor al cotidiano. Lentamente comenzó a desplazarse unas cuantas cuadras y repentinamente un mareo invadía todo su ser. El cielo se puso naranja, esto hizo que se modificara por completo su perspectiva del aquí y ahora. No supo donde estaba, no se hallaba en la maraña colectiva. Sólo divisaba formas desconocidas, todas ellas de un intenso fucsia. Lo que suponían ser personas le hablaban pero Jackson no entendía.
Lo encontré sentado sujetando sus rodillas con los brazos, agazapado, con los ojos desorbitados. Se apoyaba levemente sobre un árbol callejero, con un movimiento oscilante que perturbaba al más equilibrado. Sin embargo su armonía era conmovedora y me pareció que sólo yo la percibía.
Estaba a punto de saludarlo y socorrerlo pero me detuve ante una numerosa familia que pasaba por el lugar. Jackson pidió, casi susurrando, si alguno podía darle un caramelo. Ante la pasividad de la familia en tránsito, el último niño del convoy le arrojó, con inusitada violencia, un sugus azul. El pequeño dulce fue directo hacia su frente y lo que yo pensé iba a desatar un problema fue todo lo contrario. Súbitamente volvió en sí y me miró directo a los ojos, yo me hice unos pasos hacia atrás y se levantó para abrazarme. Dónde estoy? Me preguntó confundido. No supe que contestarle y se refirió al clima. -Ya es de noche y no hay nadie en la calle. Qué Pasó? Tampoco supe que contestarle y me siguió hablando pausadamente.
Según se sabe el barrio de constitución se vuelve peligroso cuando cae el sol y yo no me sentía nada tranquilo en esa desertica esquina.
Lo tengo que ver a Demian, cuanto antes, me debe estar buscando. No supe de quien hablaba pero sonaba más que sospechoso. Al rato salimos a la deriva y la caminata se prolongó por más de una hora. Buenos Aires se respira diferente sin gente. Cuando caminamos por la calles de noche parece que la ciudad es nuestra y si se aprovecha la situación se pueden hacer unas cuantas cosas prohibidas.
Caminamos hasta la Boca y nos adentramos en un conventillo siniestro, repleto de gente, no entendía que estaban haciendo, unos de pie, otros sentados en unos sillones deshilachados y los restantes conversando en lo que parecería ser una cocina. Jackson saludó a unos cuantos personajes singulares y subimos a la planta alta. El se movía hábilmente en este ámbito particular, caminaba como de lado a lado y la gente lo respetaba, se notaba que más de uno le tenía una pisca de cariño.
Arriba las cosas eran totalmente distintas, dos grandes guardias de seguridad demandaron credenciales indispensables para ingresar, Soy Jackson dijo mi compadre, al instante nos abrieron las puertas de par en par y por fin lo vimos a él.
Demian estaba sentado en un elegante despacho, parecía más un lujoso bufet de abogados que lo que realmente era, cosa que a esta altura yo no sabía y no me atrevía a preguntar. Demian sin más preámbulos sacó su magnum 57 y se la acerco sutilmente a la cien de mi colega. -Si no me traes lo que me prometiste no duras dos días en la calle, me entendes?
-No te preocupes, acá está todo dijo velozmente Demian. En un movimiento sacó de sus bolsillos dos cartuchos de dinamita, el matón se quedó estupefacto al comprobar que ya estaban encendidos y en ese mismo instante de un solo salto Jackson saltó sobre mi persona tirándome con toda su fuerza hacia la ventana, saltamos a una camioneta repleta de estiércol y salimos de ahí caminando, ilesos como dos tortugas de galápagos. Al rato logré llegar a casa, había sido la jornada más increíble de todo el año que comenzaba, mañana iría a lo de Jackson sin dudarlo.