Su vida es un sueño que no recuerda.
Todas las mañanas despega vía metro con destino al ombligo de la ciudad. Cuando viaja, su cara de marmota refleja poco tiempo de buen descanso, aunque una exrema lucidez tratándose de las primeras horas de la madrugada. Quienes lo conocen y compartieron vagón comentan que no le gusta llamar la atención en público, nunca va a molestarse y exclamar un "estás empujando, nene", todo lo contrario, que es más de un estilo "siéntense en mi lugar, señora".
Todas las mañanas despega vía metro con destino al ombligo de la ciudad. Cuando viaja, su cara de marmota refleja poco tiempo de buen descanso, aunque una exrema lucidez tratándose de las primeras horas de la madrugada. Quienes lo conocen y compartieron vagón comentan que no le gusta llamar la atención en público, nunca va a molestarse y exclamar un "estás empujando, nene", todo lo contrario, que es más de un estilo "siéntense en mi lugar, señora".
Igual Jorge no es ningún gil, lo sé, cuando espera sobre el andén siempre pone en práctica la misma estrategia, y le funciona a la perfección, es simple, se para cerca de la mujer mas exótica que pueda encontrar, "mejor viajar acompañado de un buen par de tetas y contar cada parada del tren" ríe. Sus ojeras no lo ayudan mucho, suele parecer que ha tomado 5 cafés y la misma cantidad de tranquilizantes, pero Jorge igual se mantiene quieto, se sujeta firme al lugar, observa y examina a cada uno de los pasajeros, huele la falta de oxígeno, respira y se traslada por inercia hacia delante.
Hay quienes prefieren viajar en bondi para observar la superficie, Jorge no es uno de aquellos, elige el bajo fondo y todos sus exponentes. Se siente cómodo rodeado de ciegos dispersos por las escaleras, de músicos de todo verso, comerciantes y niños, hombres, mujeres... pobres, la famosa mugre debajo de la alfombra que sólo se ve por tv. El es muy mañoso, suele comprar cada birome apoyada en su pierna, nada más, sin importar el poco dinero, aunque ultimamente está cansado de ayudar siempre a los mismos y ahora solo aplaude en grupo. Tiene miedo de que los otros vendedores se den cuenta y lo acusen de ser rata de otra alcantarilla. "¡Jamás!".
No importa lo poco que haya dormido. A cada cantar del gallo, abre un ojo y toma unos dos pesos con veinte separados de la noche anterior. Lo extraño es que nadie sabe que Jorge, cada mañana, abandona el hospital psiquiátrico y sale a pasear en tren por la ciudad.
dibujo: amiunderground.blogspot.com
6 comentarios:
Ahh un hospital psiquiátrico bastante moderno, dejan salir a pasear a los internos y todo! más o menos como las cárceles hoy en día...
Saludos! :)
Yo elijo el tren sobre la superficie.
¿Qué dirá Jorge con las recomendaciones de Metrovías de "no uses tus monedas. Usá subtepass"?
je, seguro que algo como "la sociedad actual tiene una percepción esquizofrénica de la ciencia-tecnología". Nunca un si o no!
Nube: un relato muy interesante. muy buenas las descripciones, y genial el final... Uno no se lo espera.
muy bueno
Sólo fuera del hospital se puede vivir la verdadera locura.
Un gran saludo.
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