sábado, 22 de agosto de 2009

Primeirissimos Pasos

Llegué a Brasil repleto de mocos en la bañera, no paraba de estornudar. Ya venía bastante recaído los últimos días previos a viajar, y el esterilizado aire de avión sólo amenazaba joderme aún más la situación. Por suerte -o no- se dio todo al revés. Fueron los brasileros quienes no pararon de toser y estornudar, fueron ellos los bichos raros, los inadecuados.

Muy ingenuo de mi parte, cada vez (de verdad) que arrojé aire por la nariz, usé pañuelo y no dejé huella alguna más que un reducido y elegante estronar. Ellos, en cambio, tosían y tosían, estornudaban, no paraban, reventaban de catarro, siempre con la boca descuidada. Se ve que firman papeles sin leer y que poco mambo pasaron con la porcina, en todos los vuelos entregaron material de prevención y cada aeropuerto bocinaba mucha data al respecto.

Igual que no parezca que estoy a las puteadas con los brasileros. Todo lo contrario. Llegando a São Luís (mi destino final) charlé largo rato con Ruben, un industrial que vivió 10 meses en Argentina. Hablamos de costumbres criollas, La Fragata Libertad, y luego sobre los emblemas principales de São Luís: la esclavitud, el reggae y las más de 2500 edificações coloniais. Parece que le agarró un toque de nostalgia al hablar con un argentino, porque me invitó a comer el miércoles con su familia. Estuvo insistiendo largo rato en que escuche a su hijo de 13 años tocar la guitarra. Vamos a ver si voy.

jueves, 13 de agosto de 2009

Las Noches de Natalio

Natalio es un muchacho de veinte años que trabaja de quiosquero en Buenos Aires. Tiene la piel un poco morena pero él suele renegarlo, se exalta mucho, a los últimos dos que le gritaron "negrito" los miró fijo y pum, ¡trompada seca a la nariz!, eso que de entrada Natalio no es un tipo para cruzarte y querer tener problemas; lo contrario, salúdalo al pasar y eventualmente llámalo por botella, como a él le gusta, a ver si le robás una sonrisa.

El muchacho es muy pragmático para su edad. Hace tres semanas se consiguió un monoambiente en Chacarita, un poco oscuro y falto de pintura, es un quinto piso con vista al cementerio, tal como él queria. Cada madrugada cuando vuelve de trabajar pone a Los Gardelitos y bebé un vino en el balcón, lo conmueve de extraña manera observar los nuevos amaneceres mientras, víctima de su verborragia, inventa delirantes historias sobre profanadores de tumbas y otros espiritus errantes.

El botella no tiene drama en trabajar por las noches, su kiosco queda en la misma manzana -pero del otro lado- de una comisaría y por ende la gran mayoría de sus clientes son canas. El resto se divide, salvo urgencias, en personajes olvidados de la ciudad, ayer pasó largo rato con una mujer de diminuta apariencia recién llegada de Bolivia que, entre lágrimas, relataba su vida y preguntaba dónde podia conseguir un trabajo de costurera. ¿Qué podía hacer Natalio más que seguirle la conversación e invitarla con un café?

Hoy llegó temprano a trabajar porque el colectivo se salteó algunas paradas, estaba feliz. Arrancó ordenando el kiosco. La vieja sorda que atiende antes que él, es vaga por naturaleza y jamás hace reposición de productos, faltaban golosinas y algunos yogures para los de azul. Del depósito trajo unas cajas y se tiró al piso para abrirlas. Cortaba con el cater cuando escuchó pasos en la puerta, avisó con un "ya voy" y siguió con el orden. Al segundo, una furioza voz exclamó "¿Me das la espalda, negrito?"

Natalio no reconoció por el tono de quién se trataba pero estaba seguro de que éste hombre jamás había visto su cara, así que se dio vuelta e inmediatamente un violento culatazo lo arremetió de nuevo contra el piso, fue un duro golpe en la frente, "¿dónde esta la guita?, no te hagas el vivo", alcanzó a escuchar.

Se levantó como buen trabajador y extendió los brazos hacia arriba. Muy confundido, intentó dar un vistazo hacia afuera, quizás podía alcanzar a ver algún policía que pudiera socorrerlo. Para su desgracia las calles estaban desiertas. El hombre armado se impacientó y volvio a repetir "Negrito, dame la guita". Botella estaba paralizado, no sabia qué hacer, empezó a temblar por dentro y de la nada, pum, lanzó una piña.

Un sonido grave e intenso se escuchó por todo el kiosco, pero no fue el de una trompada, más bien pareció al de un atizado tronar, o así lo pensó Natalio que sintió una picadura haciendolo retroceder unos metros, luego perdió el equilibro y cayó derrumbado sobre el freezer de helados. Y, mientras veía al hombre huir, se agarraba con los brazos el estómago y recordaba aquel hermoso paisaje de su balcón.

martes, 4 de agosto de 2009

Pronto vuelven las Madballs

Estence atentos.
www.madballs.com

lunes, 3 de agosto de 2009

El Locatario


Si alguien conoce cine de mayor terror psicológico que El Locatario de Roman Polanski (1976), por favor pegue un grito.