Era una mujer alta y corpulenta, de carácter fuerte, si algo no era de su agrado lo hacía notar al instante, aunque tardó diez años en entender que la peluquería terminaría volviendola loca. La primera señal fue en Marzo, cuando bajo un intenso calor le arrancó de cuajo la oreja a Don Benito, su cliente más fiel.
Cuando ya se iba para el hospital totalmente ensangrentado, Benito furioso le gritó; loca!! nunca más manipularás las tijeras!! Alicia, impávida, le hizo señas para que antes de coger el taxi, agarrara lo que quedaba de su oreja mezclada con espesos rulos negros.
Ramón observó todo desde el fondo, no lo podía creer, necesitaba un trago y un abogado. Llamó a su letrado y quedaron en verse, en quince minutos, con Alicia presente. Iban a la cafetería de la esquina siguiendo el camino de pequeñas gotas de sangre sobre la acera, la mujer estaba en shock.
Una vez allí Ramón pasó a contarle todo al Dr. González que permaneció mudo escuchando perplejo. Todos los libros de leyes amparaban a Don Benito, anque no hay asunto alguno que no se arregle con un jugoso cheque, admitió el inescrupuloso Dr.
Fue un esfuerzo conseguir el dinero aunque la peluquería andaba bien por esos tiempos, evidentemente después del trágico episodio los clientes escaseaban. No había tiempo y se decidió, de una día para el otro, cambiar a pizzería. Pizza Party era el nombre escogido. Ese debía haber sido el rubro desde el principio.
Durante aquellos días, los primeros de la era de la pizza, Alicia estaba feliz, amasaba por horas con cara de contenta, cuando terminaba, hacía los deliverys. Siempre había estado detrás de cabelleras ajenas, con los años había enloquecido, día tras día un poquito, hasta el colapso final.
Las semanas posteriores fueron tranquilas, silenciosas, se la veía satisfecha pero agotada. Por último gritó; quiero una grande de muzzarella con fainá!!