Hace unos días hablaba con un amigo sobre la muerte del maestro Carlos Fuentealba. Hablábamos con cierta liviandad, no esperando demasiado del diálogo más que intercambiar una superficial y egoísta preocupación por el presente. La conversación viró 180 grados mediante una metáfora utilizada por mi interlocutor; él me explicó que lo que había pasado en aquella provincia del sur argentino no era otra cosa que el asesinato del futuro. Los maestros son los formadores de los que algún día serán padres, maestros, dirigentes, empresarios, fuerzas de “seguridad”, en fin ciudadanos. Si un maestro muere, muere el futuro. Ese asesinato, accidente o cualquier carátula legal que reciba el hecho, es una manifestación de valores sociales que lucimos hoy nosotros como argentinos.
Días más tarde encontré un artículo en la sección “Los intelectuales y el país” de LA NACIÓN. Era una entrevista a Claudio Naranjo. Naranjo es un psiquiatra chileno especializado en antropología. En la entrevista el autor denuncia al sistema educativo actual de ser un “fraude”.
Además explica que:
“El sistema educativo es esclavo de los intereses del mercado transnacional; que las escuelas son máquinas de exprimir niños; que lo que hacen es transmitir conocimientos de manera robotizada para pasar exámenes; que las universidades son un ticket para conseguir un buen empleo...”
Por otra parte Naranjo propone un modelo que define como “escuela del amor, del encuentro con uno mismo y el cultivo de la espiritualidad”. Él dice que el sistema actual no contribuye al desarrollo integral de la persona, la escuela según él “se ocupa de cultivar la mente del niño, pero no presta atención a sus deseos y emociones”. Para lograr una transformación propone emprender, por parte de los maestros “un camino hondo de auto-conocimiento”.
Finalmente explica que su propuesta es “ayudar al maestro y al chico a encontrarse consigo mismo, incluso animarse a sentir el vacío que todos tenemos dentro y emprender luego un camino de búsqueda e integración”.
E. Fromm, mucho antes que Naranjo, explicaba en su libro “El arte de amar” que:
“En la sociedad capitalista contemporánea, el significado del término igualdad se ha transformado. Por él se entiende la igualdad de los autómatas, de hombres que han perdido su individualidad. Hoy en día, igualdad significa –individualidad- antes que –unidad-. Es la identidad de las abstracciones, de los hombres que trabajan en los mismos empleos, que tienen idénticas diversiones, que leen los mismos periódicos, que tienen idénticos pensamientos e ideas.”
Queda en nuestras manos ver que futuro deseamos. Uno en donde los maestros mueren mientras reclaman por mejoras salariales. U otro donde los maestros no solo reciban una remuneración acorde con la fundamental tarea de reproducir la cultura; sino que además emprendan la invaluable tarea de guiar a los jóvenes hacia sí mismos, donde la educación no sea una herramienta al servicio de un sistema esclavizante y deshumanizado sino una manera de desarrollar individuos únicos y felices.
Franky.